Hace dos décadas fabricar un teléfono móvil era algo que podían hacer muy pocas empresas a nivel mundial y las fábricas se establecían en países muy avanzados tanto económica como técnicamente. Japón o Finlandia eran referencia para cada una de las mitades del mundo.
Pero el auge de los teléfonos móviles primero y de los smartphones después hizo que a estos pocos fabricantes se les fueran uniendo otros, sobre todo gracias a Android, un sistema que podía hacer inteligente un móvil sin necesidad de pagar en exceso por ello.
Surgieron no cientos, sino más de mil fabricantes diferentes a primeros de este siglo, muchos de los cuales se localizaban en China, un país con una incipiente apuesta por la tecnología.
Móviles chinos = mala calidad
En esos primeros años los móviles que podíamos comprar en ese país eran de una calidad cuestionable y un diseño que o era más bien malo o estaba fuertemente inspirado, si no directamente copiado, de marcas más potentes.
Los precios bajos hacían que el atractivo de los mismos fuera lo suficientemente alto como para que muchos optaran por comprar uno en vez de uno más caro fabricando en Estados Unidos, Japón o Europa.
Pero la mala calidad de estos teléfonos junto a un diseño clonado dieron mala fama al término “móviles chinos”.
China se convierte en la fábrica del mundo
Poco a poco muchas empresas empezaron a llevarse sus fábricas a China y empresas de este país empezaron a entrar en las licitaciones de fabricación de marcas extranjeras. De ese modo los teléfonos diseñados dentro y fuera de China se fabricarían en las mismas instalaciones.
El paradigma de esto fue el iPhone, fabricado por Pegatrón y Foxconn, ambas corporaciones asiáticas. Y muchos otras marcas apostaron por lo mismo, antes o después que Apple.
En parte por la exigencia de sus clientes extranjeros y en parte por el énfasis del gobierno de avanzar hasta ser una referencia mundial la calidad de estos smartphones aumento de forma drástica.
Los fabricantes chinos salen de su país
A la vez que esto sucedía empresas como ZTE y Huawei empezaban su andadura en el resto de continentes, con una estrategia basada en ofrecer móviles de gama baja a un precio más que interesante. En España por ejemplo el ZTE Blade causó furor.
Pero fue más adelante cuando apostaron por la gama alta cuando el concepto de móvil chino empezó a cambiar en lo que a fabricación se refiere. Huawei con su serie P o ZTE con los Axon han demostrado que pueden hacer frente sin mayores problemas a Sony o Samsung.
Móvil chino = buena relación calidad precio
Actualmente cuando se habla de móviles chinos se suele aludir a un móvil que hemos de importar. ZTE y Huawei son marcas que trabajan de la misma forma que Xiaomi o que Vivo, pero operan a nivel internacional.
Esto implica que tienen soporte en países como España o México, por citar algunos, y que cumplen los estándares necesarios para ofrecer garantías. Y esta es la clave hoy en día.
A la hora de buscar un móvil podemos cribar por aquellos que se venden en nuestro país, pero si buscamos un móvil que no sea chino lo tendremos difícil. Prácticamente todas las marcas reconocidas fabrican en China con los mismos materiales, los mismos componentes electrónicos e incluso con el mismo software.
Salvando el tema de las garantías, el soporte en nuestro país o el lenguaje del sistema operativo, actualmente podríamos decir que todos los móviles son chinos.
El futuro es el resto del mercado
Sin embargo no tenemos que caer en el error de que las marcas chinas se conformarán con la gama baja y ya hemos visto a Huawei apostando por ediciones de lujo como la presentada junto a la casa automovilística Porsche.
También Gionee ha presentado recientemente su apuesta por el lujo, un móvil que roza los 1000 euros y que claramente se aleja de lo que cualquier entendía hasta hace poco por móvil chino.
En los próximos años el término móviles chinos dejará de tener sentido o el mismo cambiará.